En primer lugar, he dejado de juzgar las cosas por bien o por mal. Cuando aparecen las situaciones que me interpelan, acepto que son mis proyecciones, las hago conscientes y las integro. Aprendí a usar la teoría del espejo y en cada personaje que aparece en mi vida, me veo y me acepto.
Mi vida dio un giro de 180° al punto de sentir que por fin me había encontrado. He podido trascender una infancia de carencias muy profundas y cada día en las consultas sigo viendo y reintegrando aspectos que desconocía que estaban ahí esperando ser integrados. Reconozco que no fue un proceso sencillo; atravesé muchas etapas, tuve y sigo teniendo noches oscuras, unas más profundas que otras, pero el estado de paz me permite ver y gestionar esas situaciones cada vez con mayor conciencia y sin que eso altere mi estado.
Durante muchos años fui una buscadora, casi de forma empedernida. Al tomar contacto con la Bioeneuroemoción, dejé de buscar, sentí que encontré lo que necesitaba para encontrarme. Hice los 5 módulos y el Postgrado. Con el primero me sentí aturdida, era tanta información que no podía procesarla. En el segundo fui encontrando recursos para autoconocerme. Colaboró mucho (para mí) el hecho de hacerlo presencial, ya que mi sistema de creencias estaba muy intelectualizado, y encontrarme de cara a otro con la misma resonancia, me puso frente a mí en vivo y en directo. En el tercero hice un quiebre rotundo en ese sistema de creencias intelectual, mi estado emocional estaba alterado antes de llegar y viví allí mi primera noche oscura en forma consciente. En el cuarto y quinto módulo, ya había entrado en una zona de paz y pude aprovechar a mi favor todas las herramientas que la propia formación me ofrecían. En el quinto encuentro descubrí en mi la conexión con la abundancia, fue un mensaje claro y rotundo. Postgrado: Simultáneamente al quinto módulo, cursé el posgrado, que me permitió recuperar la confianza en mí, pero, ya no, desde lo intelectual, sino desde “el no control”, “el fluir”.